El escritor Eduardo Lalo reflexiona sobre los idearios puertorriqueños y la crítica situación de la isla, después de un recorrido breve de Bogotá a Buenos Aires y nuevamente de vuelta a San Juan
El escritor Eduardo Lalo reflexiona sobre los idearios puertorriqueños y la crítica situación de la isla, después de un recorrido breve de Bogotá a Buenos Aires y nuevamente de vuelta a San Juan
El término es cruel, plagado de prejuicios de clase y quién sabe de qué más, y se profiere mirando desdeñosamente hacia abajo. Resulta extraño, porque “jíbaro”, sin diminutivo, se ha constituido como la expresión máxima de lo puertorriqueño. No obstante, al decir “jíbaro” se debe seguir un protocolo. Si se llama así a alguien resulta un insulto o al menos un señalamiento de tosquedad e ignorancia. Por ello, salvo en contextos muy particulares, “jíbaro” es un epíteto que sólo resulta positivo si un individuo lo emplea para sí. Tengo la impresión, sin embargo, que la mayor parte de las veces se emplea el término de la primera manera, atribuyendo esta condición a otros, para separarlos y ponerlos a distancia.
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