El escritor Edgardo Rodríguez Juliá argumenta sobre la campaña del programa WIC y elementos subliminales sobre sumisión alimentaria en anuncios con mensajes en voces de madres solteras
El escritor Edgardo Rodríguez Juliá argumenta sobre la campaña del programa WIC y elementos subliminales sobre sumisión alimentaria en anuncios con mensajes en voces de madres solteras
En mi juventud veía a las boricuas preñadas y sentía alegría; la patria se poblaría de futuros héroes, como Albizu Campos; hoy las miro y la palabra que viene a mi mente es “diáspora”, palabra grave que vuelve solemne la mismísima gravidez. Pienso que semejantes pensamientos nada tienen que ver con la infancia de mi vejez, porque, en realidad, cuando llego al semáforo de la Fernández Juncos con la Roberto H. Todd, y deposito la peseta en el vaso plástico del ciudadano americano de La Colectora, quien me pide para su manteca, las aprecio, a todas ellas, como una hermosa, vivificante, alucinación. Ahí se turnan en ese enorme “Billboard”, del tamaño justo del edificio en la otra esquina. Ellas anuncian los beneficios del W.I.C.; los anuncios son auspiciados también por el Gobierno de Puerto Rico y el Departamento de Salud. El programa de asistencia nutricional para infantes no está solo en el esfuerzo gubernamental por alimentar a “la raza”, expresión que se acuñó en mi juventud, allá en los niuyores. Lo importante no es eso, sino que son hermosas boricuas en distintos estados de la maternidad. Y con un poco de imaginación hasta podrían figurar como postales del Día de los Enamorados.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: