Actualmente los niños y adolescentes tienen más acceso a redes sociales, chats en línea y juegos virtuales que amplían oportunidades de comunicación con diferentes personas. A pesar de que estas maneras de comunicación brindan experiencias enriquecedoras, también abren espacios a nuevas formas de agresión como lo puede ser el ciberacoso.

El ciberacoso suele definirse como “un daño intencionado y repetitivo mediante el uso de la tecnología” (NASP, 2023) que puede darse a través de mensajes de texto, redes sociales y otros medios en línea. Es una forma de agresión que no considera víctimas y se esconde detrás de perfiles anónimos y mensajes digitales que puede ocurrir de manera constante las 24 horas del día, los 7 días de la semana.

Su impacto en la víctima puede redundar en problemas emocionales o físicos como ansiedad, depresión, baja autoestima o incurrir en autolesionarse. Además, puede afectar el rendimiento académico del estudiante, sus relaciones sociales y, en casos extremos, puede llevar a conductas autodestructivas, siendo situaciones reales y duraderas que ameritan atención.

Según un estudio reciente (2024) realizado por el Programa de sensibilización y prevención ante el ciberacoso en niños (Cibercautela) en Puerto Rico, el 30% de los adolescentes informó haber experimentado algún tipo de ciberacoso en el último año.

En Estados Unidos, las estadísticas son igualmente alarmantes: más del 40% de los jóvenes entre 12 y 17 años han sido víctimas de acoso en línea. Personas que han sido víctimas de acoso directo se encuentran en mayor riesgo de estar involucrados en ciberacoso, al igual que personas con identidades que han sido marginadas como las personas con discapacidades, personas de la comunidad LGBTIQ+ o personas de minorías raciales.

Como padres, educadores y miembros de la comunidad, es nuestra responsabilidad abordar este problema con seriedad y empatía haciendo un solo frente.

Existen varias maneras para poder proteger a niños y adolescentes del ciberacoso. Podemos decir que la educación en las diferentes estratas es una de las herramientas primordiales ya que, si educamos a las comunidades, las familias, personal escolar y a los menores, ayudamos a que se identifiquen las señales de alerta y se reconozcan los riesgos para poder trabajarlo.

Además, fomentar una comunicación efectiva, abierta y sin juicios permite que los menores puedan sentirse en confianza de comunicar cualquier suceso que se pueda convertir en un patrón de violencia que les afecte. Es importante saber que en muchas ocasiones los menores no informan lo que está sucediendo por miedo a que se le quiten los dispositivos.

Como padres tenemos la llave de trabajar prevención de primera instancia. El monitoreo de las actividades en línea de los menores y la comunicación sobre la seguridad en línea es primordial. Esto no implica invadir la privacidad, si no más conocer las aplicaciones que nuestros hijos utilizan y establecer límites de tiempo y modelar el uso correcto y responsable de las redes.

La escuela tiene un rol crucial en la lucha contra el ciberacoso. Es importante que se puedan implementar programas de prevención de ciberacoso en el currículo escolar al igual que promover ambientes escolares saludables utilizando programas de aprendizaje socioemocional para fomentar un ambiente escolar positivo. El uso de prácticas que lleven a nuestros estudiantes a resolver y restaurar sus relaciones en lugar de utilizar estrategias punitivas para remediar las situaciones de acoso aporta a fomentar un ambiente escolar positivo y modelar una resolución de problemas de manera adecuada.

El ciberacoso es una realidad que afecta a nuestra juventud. El tener conocimiento sobre lo que es y las consecuencias que tiene el acoso cibernético y el trabajar en equipo, entiéndase padres, maestros y comunidad, nos ayudará a ser proactivos hacia la prevención y el manejo saludable y empático para que nuestros niños y adolescentes puedan desarrollarse en un ambiente sano.

Este escrito es una colaboración suministrada por la Universidad Albizu en San Juan.