No se puede tener sangre en las venas y no haberse compadecido de lo que le pasó al senador Abel Nazario poco antes de las 6:00 de la mañana del pasado miércoles 12 de septiembre. No porque apenas habiendo salido el sol ese día llegaran a su apartamento en Santurce agentes del FBI muy bien armados, hayan tocado a su puerta no precisamente con exceso de cortesía, entraran después sin permiso, le informaran en español “matao” que estaba bajo arresto, lo esposaran y hasta lo obligaran a cambiarse de ropa, madre de Dios, delante de extraños.